El oscuro comercio de entrevistas

César del Castillo Linares*

Dos datos, uno más “caro” que el otro, llamaron mi atención en los últimos días. Resulta que circulan ofertas de entrevistas “periodísticas” en plataformas digitales dirigidas a los precandidatos a la presidencia del Estado, con tarifas que sorprenden. Son productos que se comercializan en función de métricas: alcance, visualizaciones, reproducciones, impresiones, etc. Todo un negocio. Un perverso negocio.

Naturalmente, hay empresarios, inversionistas y emprendedores que han encontrado en las plataformas digitales una inagotable veta de oportunidades económicas. Para ellos, lo importante es ganar dinero, cuanto más, mejor. De pronto, vender entrevistas resulta interesante. Es comprensible: no son periodistas y, por tanto, no advierten ningún conflicto. Seguramente sus valores respecto a la ética periodística son, simple y llanamente, inexistentes.

Lo verdaderamente preocupante es la conducta de algunos colegas periodistas —unos con más prestigio que otros, unos más famosos que otros—, gracias a su presencia en medios de comunicación. Se pusieron en vitrina y ahora están firmes en el negocio de las entrevistas, sin pudor ni vergüenza.

A veces conviene recordar, aunque sea por fugaces instantes, algo de lo aprendido en las aulas universitarias —si es que tuvieron esa experiencia— o, en su defecto, nutrirse de las enseñanzas de connotados periodistas que han dejado una huella profunda en este oficio.

Comencemos por lo esencial: ¿qué es una entrevista? Como género periodístico, tiene una doble naturaleza. Es, por un lado, una herramienta para acceder a información de interés público; y por otro, un ejercicio de diálogo que revela, contrasta y profundiza en los temas que afectan a la sociedad. Por lo tanto, ofrecer o aceptar dinero a cambio de un espacio informativo desnaturaliza el proceso y atenta contra un pilar fundamental del periodismo: la independencia.

Al respecto, Javier Darío Restrepo, maestro de la ética periodística en América Latina, afirmaba con contundencia: “La independencia se vende cuando el periodista permite que el dinero le dicte lo que debe decir o silenciar. Ese día ha dejado de ser periodista para convertirse en propagandista al servicio del mejor postor”.

Aceptar un pago para entrevistar a alguien implica poner en venta la agenda informativa, permitiendo que intereses privados sustituyan al criterio editorial y a las necesidades de la audiencia. Es inaceptable que el contenido periodístico se vea condicionado por un interés económico que, inevitablemente, diluye el interés público bajo una motivación comercial o política.

En el mundo, ha habido notables periodistas que ejercieron con maestría el género de la entrevista. Uno de los ejemplos más brillantes es Oriana Fallaci, quien sostuvo célebres encuentros con personajes como Henry Kissinger, Yasser Arafat o Indira Gandhi. Fallaci solía decir: “La entrevista es un arma. Y el periodista, si es honesto, no puede permitir que se convierta en un acto de cortesía. No está para hacerle favores a nadie”. La venta de entrevistas convierte esa arma crítica en una herramienta de promoción privada. No hay periodismo allí, sino publicidad disfrazada de información.

Quien cobra por una entrevista está para hacer favores, no para cuestionar a su interlocutor. Y, al hacer esta reflexión, es inevitable recordar, por ejemplo, dos penosas entrevistas a Gabriela Zapata; un salamero encuentro con Jeanine Áñez en plena pandemia; o algún complaciente diálogo con Evo Morales, en el avión presidencial, durante la campaña de 2019.

Vivimos un presente complejo, en el que tienden a prevalecer los discursos pagos y los contenidos disfrazados de verdad. Con el agravante de que quien tiene dinero impone la agenda, en desmedro de los otros, que son —y siempre serán— la mayoría. Decía el maestro Restrepo: “El periodismo no tiene dueño, no se vende ni se alquila. ¡Se ejerce!”.

Ejerzamos periodismo. Busquemos la verdad. Cuestionemos al poder. Y no prostituyamos este oficio.

*César del Castillo Linares es periodista

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